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domingo, 20 de diciembre de 2009

LA DIGNIDAD DE UN GESTO


LA DIGNIDAD DE UN GESTO

Está claro: en el fútbol lo más importante son los títulos, pero también, y felizmente, importan los gestos y la manera como se consiguen. No es lo mismo obtener un campeonato defendiéndose y obteniendo el gol en una jugada fortuita, que apostando por conseguir el resultado, arriesgando y tocando el balón a ras de piso. Los títulos reconfortan y generan una felicidad en extremo; los gestos, por su parte, dignifican al equipo y a los jugadores.

Los gestos son la herramienta que por excelencia sirve para medir el sentir de los jugadores en el campo de fútbol. Los hay de todo tipo: están los que cuando celebran un gol abrazan en un único acto a los 22 compañeros del equipo, también hay quienes en un momento íntimo dedica el tanto convertido a su hijo o a su esposa, sin importar que frente a 50 mil espectadores. La derrota también marca comportamientos. Algunos caen fulminantemente en el suelo y como si no tuvieran más fuerzas quedan estancados. A otros, los más insolentes, parece importarles tanto como si se tratara del final de un día más de trabajo.

Y es que son esos pequeños detalles, aquella mirada, un movimiento de manos, una expresión, unas palabras, los que marcan el momento. Tanto en el triunfo como en la derrota se conoce la auténtica personalidad del jugador. Nadie puede cuestionar el talento futbolístico que tiene Cristiano Ronaldo, pero su arrogancia es desesperante. Parece que cada movimiento que ejecuta está planeado milimétricamente para salir de manera protagónica en las más de 16 cámaras que lo siguen domingo a domingo. Su comportamiento parece escrito por un libretista. Cuando hace un gol lo celebra sólo y es como si estuviera esperando que la gente se rindiera a sus actos, al final del partido no falta el forzado momento en el que se quita la camiseta. El fútbol es el arte de lo impensado, pero Ronaldo es el resultado prefabricado.

Guardiola, técnico del Barcelona, también dio cátedra de la manera como se debe celebrar un título. Medido, respetuoso del rival y dejándole el protagonismo de la noche a los jugadores, en la historia quedará el video que les proyectó a toda la plantilla y cuerpo técnico minutos antes de salir al campo del Olímpico de Roma. Allí, con una sugestiva música mostraba imágenes de sus jugadores a lo largo del año, resaltando el esfuerzo de los que estuvieron lesionados. Luego de esos intensos nueve minutos, las lágrimas y un efusivo aplauso salieron instintivamente. Su equipo, esa tarde soñada, salió como unos auténticos gladiadores.

Esos son los gestos que marcan, los que son capaces de cautivar, de sorprender y de generar un sentimiento, esos que no dependen de una suma de factores y de circunstancias que aveces están por encima del mismo juego y de un título.

Creo que el fútbol está hecho de los detalles, de los pequeños gestos, de las historias que se escriben detrás de un gol, de un campeonato, de una derrota, de un título. Un sólo partido, un sólo resultado y cientos de maneras de interpretarlo, de vivirlo y de gozarlo. Pocas actividades en la vida son tan variables como este deporte: en un sólo día, la historia puede cambiar para siempre. El que está primero puede caer, el goleador puede errar la jugada más clara, el derrotado puede dar la vuelta y llegar a la gloria. Ese es el fútbol que me gusta y el quiero escribir, y de ser posible hacerlo sentir.

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