Uno de los jugadores más finos que se han visto por
las canchas mexicanas ofrece su visión del juego de antes y del de ahora.
Pocos jugadores tan finos como Manuel
Manzo (Ciudad de México, 1952), exquisito y delineado con la pelota, pero
derrocado de las canchas por una batalla contra el alcohol que supo ganar con
el paso de los años. Manzo insistió siempre en una idea futbolística muy clara.
Ahora ve el juego desde una trinchera muy particular, donde aconseja a jóvenes
con problemas de adicciones.
Dicen
que usted era un genio del futbol, pero que le faltó disciplina.
Sí, porque tuve un problema de alcohol y aun así me
alcanzaba para ganarle a todos en la semana. Los días de partido me pedían los
entrenadores que hiciera los goles y eso me servía después para irme a tomar
tranquilo. No entrenaba, pero les sacaba los partidos adelante.
¿Ha
sido usted el jugador más técnico en la historia de este país?
No sé, eso lo tienen que decidir los periodistas, por
algo me entrevistas, ¿no? A mí, Dios me dotó de tecnica y fuerza, le pegaba con
la derecha, con la izquierda, remataba con la cabeza. Me tocó una época
distinta del futbol, muy díficil, donde había muchos dieces.
Sin
embargo, nunca fue a un Mundial.
Me tocaba el del 86, pero quedé fuera por situaciones
extra futbolísticas. Una vez entró al vestidor el presidente de Pumas,
Guillermo Aguilar Álvarez, y comenzó a insultar medio mundo y yo fuí el único
que lo paré en seco. Eso me costó, porque después al frente de la selección
quedó su bloque con Bora Milutinovic, Mario Velarde y Miguel Mejía Barón. Se
les olvidó totalmente que le di el segundo campeonato a los Pumas en 1981,
porque en la liguilla metí seis goles, Hugo Sánchez hizo dos.
¿Se
llevaba mal con Hugo?
No, él era cuatro años más joven que yo. Fui a los
Juegos Olímpicos de Múnich y él a Montreal. Se comercializó mucho su imagen.
Recuerdo que siempre se echaba sus piruetas y me decía que iba a hacer tal
movimiento, que estuviera atento y sólo le contestaba: “Sí, tú vete por allá,
te estoy viendo, aunque no parezca”. Donde quería se la ponía. No creo que haya
sido el jugador más importante de todos los tiempos, sí el que destacó más.
Futbolísticamente no era nada fuera de la común.
Tomás
Boy ha dicho que él es el jugador más grande que ha dado México.
Tomás no remataba de cabeza, le daba miedo. No le
gustaba que le pegaran los rivales, se intimidaba. En Tigres le dije que no iba
a robarle protagonismo, que me dijera dónde quería jugar, si en la media o en
la delantera. Decía que en la media y cuando le pegaban mucho, me pedía cambiar
de posición o yo se lo pedía para que no sufriera.
¿A
usted cómo lo descubrieron?
En el torneo de barrios, a los 16 años. Salí campeón
de goleo y me tentaron América, Cruz Azul y León, me fui con estos últimos y a
la semana debuté en Primera División. Nunca pasé por reservas. Mi problema de
alcohol fue porque, de la nada, alcancé el éxito y no supe controlarlo, no
paraba. Iba con sicólogos, brujas, esoteristas y nadie me ayudó, sólo
Alcohólicos Anónimos. Tengo 33 años sin tomar y por eso trabajo ahora con jóvenes
drogadictos y alcoholicos.
¿El
jugador actual de futbol, ya no piensa en la cancha?
Lo que pasa es que ahora los técnicos los escogen,
quieren futbolistas que corran en lugar de aquellos que dominan el espacio y el
tiempo, no les importa la técnica. Es más fácil que al jugador talentoso lo
obligues al esfuerzo que viceversa, por eso vemos lo que vemos.
¿Entonces,
cuál es el prototipo de futbolista ideal?
Te diría que los que pausan y pisan la pelota, pero
eso tampoco es suficiente, necesitas fuerza y velocidad, y al único en la historia
que le vi reunir todo eso fue Johan Cruyff, por los cambios de ritmo que tenía.
Arrancaba de cero a cien y al revés, de pronto paraba todo en el campo y
parecía como si nadie supiera moverse. Tenía gol y dominio de área, controlaba
todo el panorama. Ni Maradona ni Pelé.
¿Qué
tan complicado es manejar el entorno: mujeres, dinero, alcohol, drogas?
Eso lo encuentras aunque no juegues futbol, quizá es
más problemático lo de los promotores y la corrupción que hay desde fuerzas
básicas, en donde ya llegan los chamacos con la tarjetita porque los enviaron
de parte de tal directivo, y luego ya nada más es ver al papá aparecer para
ponerse de acuerdo con el entrenador.
¿Ahora
puede ver un partido de futbol completo?
No los tolero a veces, son muy repetitivos. Ya es
cosa de la nostalgia ver un túnel, un sombrerito, un taconazo,una pared bien
hecha, porque la pared es siempre la antesala del gol, rompe esquemas, pero
todo eso pertenece al pasado. Ya sabes, ahora si el jugador que va por el
costado a toda la velocidad no choca con el defensa, tratará de sacar un
centro, si Dios quiere, más o menos bueno.
¿Se
ha matado a la imaginación?
Sí, por lo físico. A mí me tocó la evolución del
futbol y la llegada de preparadores físicos, que nos llevaban a circuitos y
veías a todos correr, rebasarse y sentirse mucho, pero cuando tocaba hacer algo
con la pelota no sabían. En mi último año con el Atlante, los martes no
tocábamos el balón para nada, todo era correr entre conos y estacas, ver el
cronómetro; por eso ni iba.
¿El
futbol es tan complicado como parece?
No, el futbol es sencillo. Pasa que ya no tienen
habilidad mental, porque antes jugabamos en la calle, en las coladeritas,
tenías que driblar al panadero en la bici, al perro, a la banqueta, a los
agujeros, hacer la pausa cuando viniera un carro y eso te daba una agilidad
mental. Lo díficil del futbol es hacerlo fácil, ahora todo es robotizado, los
técnicos hablan de lo mismo y el futbolista ha perdido la iniciativa que algún
día tuvo. Le han quitado el futbol al jugador. Además, ya fabrican al
futbolista en sus dizque escuelitas, ya no lo buscan en el llano.
¿Qué
hace cuando un chico no tiene la naturaleza para tratar bien el balón, pero
quiere ser futbolista?
Decirle la verdad y que sepa que lo que tiene es un
sueño de niño, pero la realidad es otra. Cuando dirigía, me llegaban papás a
hablarme de sus hijos maravillados, pero no tenían las condiciones. Los
futbolistas tienen que ser rápidos y vivos en el campo, atrevidos. El problema
es que ahora todo mundo juega futbol porque es alto o porque le pega duro a la
pelota, con eso creen que les basta; o porque corren mucho. Aunque no tengan
las condiciones, creen que por ser profesionales son futbolistas y viven
equivocados. Son como esas niñas que dicen ser cantantes y actrices al mismo
tiempo, ¿quién les cree?
¿Qué
tanta culpa tienen los entrenadores?
Ellos ven la dirección técnica como una chamba que
hay cuidar igual que un tesoro. Decía Carlos Miloc que el táctico es el gol,
pero creo que el táctico es balón. Todos los equipos necesitan forzosamente
girar en torno de la pelota, armarse alrededor de la pelota, lo único que da el
orden dentro de la cancha. En los entrenamientos dividen la cancha y si los
jugadors brincan su cuadro, los regañan. Cuando pierden, los técnicos dicen que
fue porque los futbolistas no hicieron lo que él dijo, todo es muy mecánico.
Los técnicos quieren protagonismo y eso es porque el futbolista lo ha
permitido, porque ha dejado de ser lo más importante y no disfruta jugar.
Cuando salen al campo ya se les mira la cara de angustia, preocupados porque si
cometen un error, desde la banca los van a reprender.
Todo, todo está en la calle. Allí es donde se descubre el fútbol, donde surge la pasión por este juego. En la calle se aprende a driblar, a combinar entre dos chutando contra el borde de la acera y a tirar y recibir el balón chutando contra un muro. Así se sientan las bases del manejo del balón. Pero no solo eso. Se aprende también a mejorar el control corporal, porque caerse en la calle duele. Además, uno va perfeccionando sus habilidades de forma natural. Como, por ejemplo, cuando se echan pies para decidir quién es el primero en elegir a los compañeros que formarán su equipo. Echar pies es un pequeño ejercicio que ya requiere un sentido de la anticipación. Por lo tanto, el aprendizaje ya empieza antes de que comience el juego propiamente dicho. Uno va atesorando la sabiduría de la calle, que es una ventaja no solo en el fútbol, sino también en muchos otros ámbitos.
Johan Cruyff posa para el fotógrafo en El Montanyà, donde tiene su residencia de verano y disfruta jugando al golf. La imagen se capturó el 25 de agosto del 2009. <BR/>
Un escaparate de Sitges con la imagen y el calzado que lleva el apellido Cruyff. MARCOS LÓPEZ)
De la calle se pasa al patio del colegio y de ahí al equipo de la escuela o al club. Entonces se habrá completado el ciclo.
Así funcionaba al menos en mi época, aunque por desgracia esta situación ha cambiado en no pocos lugares. En el transcurso de los años, sobre todo en las ciudades, han desaparecido muchas plazas y parques, y ha aumentado el tráfico en las calles. Aunque desde muy pequeño uno ya puede hacerse socio de un club, no es equiparable a las horas de entrenamiento que antes se metían en la calle. En algunos barrios, esta carencia he intentado compensarla con los llamados Cruyff Courts. Se trata de pequeños campos de fútbol multifuncionales que sustituyen de forma efectiva el papel de la calle como lugar de entrenamiento. Desarrollar este tipo de iniciativas de cara a la juventud debería ser una obligación moral para quienes nos dedicamos a esto, porque la calle no solo es la antesala del fútbol, sino también una escuela de la vida.
Hambre de balón
El club es el paso definitivo. Vienes de la calle. Y ahí es donde nos convertimos en miembros de un colectivo y empezamos a fijarnos en todo lo que ocurre. Es algo muy especial. Ya sea en el Ajax o en el Bedum, da igual. Las medias, los calzones, la camiseta, no nos pertenecen solo a nosotros, sino que también pertenecen al club. Esto representa un paso enorme y tiene un gran impacto. Uno ya responde por el club. En la calle, los niños han establecido una relación de complicidad con el fútbol. Ahora, también deberán establecerla rápidamente con el club. La gran diferencia con la calle es que el club te permite entrar siempre en contacto con un campo en condiciones y con un balón reglamentario.
Durante estas primeras semanas de entrenamiento, pues, soy un gran partidario de que los chicos y chicas alternen los juegos y ejercicios con balón con algo de gimnasia. Que sigan un entrenamiento físico de solo 10 o 15 minutos pero, eso sí, repitiendo luego los ejercicios a diario. Porque es innegable que el estado físico de muchos de ellos y ellas se habrá deteriorado. También en esa época empiezan las clases de educación física en los colegios, de modo que para el entrenador no es tarea fácil saber hasta dónde deben llegar sus exigencias. Por eso digo que para los jugadores jóvenes lo mejor es realizar los ejercicios físicos entre juego y juego con balón. Con el tiempo, el entrenamiento físico se convierte en un hábito y se integra como lo más normal del mundo.
Los ejercicios de gimnasia deben alternarse con los juegos con balón, que pese a todo debe ser el elemento central de una buena preparación futbolística. En este sentido, y antes de empezar la temporada, más que partidos completos, me gusta organizar partidillos donde los jugadores tengan la oportunidad de entrenar de forma específica los cinco elementos básicos del fútbol, a saber: disparo, cabeceo, regate, conducción y control del balón. La ventaja de este programa es que en ningún momento nos alejamos del fútbol.
Nada de tacos extraíbles
Así pues, prefiero los partidos pequeños, por ejemplo de cinco contra cinco y en campo pequeño. Ahora bien, que uno quiere potenciar la velocidad de acción o evaluar la condición física del equipo... Pues se reduce el número de jugadores por equipo a tres. Otra manera de comprobar la capacidad pulmonar es organizar lo que se conoce como sistema de rotación. Se requiere de los jugadores que mantengan un ritmo alto. Se puede conseguir mediante un partido de cinco contra cinco con un hombre de recambio que sustituya a algún compañero cada cinco minutos, por ejemplo.
La ventaja de estos partidos es que todos se involucran en el juego, cosa que en un terreno más amplio resultaría complicado. Si los jugadores se agotan al cabo de pocos minutos, siempre se puede volver a alguna de las cinco acciones básicas del juego citadas y trabajar sobre ella.
Puesto que la competición se pone en marcha en septiembre, el programa de entrenamiento empezado en agosto puede acelerarse. Siempre que se realicen en terrenos en buen estado, los ejercicios de gimnasia funcionan como un receso ideal entre dos intensas sesiones con balón. Dado que los jugadores son jóvenes, es importante que ganen tanta flexibilidad como puedan y que la mantengan. La flexibilidad garantiza un buen control del cuerpo, que es esencial en el fútbol. Si como futbolista uno aprende a controlar el propio cuerpo, en el campo siempre estará en ventaja. Consideremos ahora a los jugadores menores de 14 años. Dado que a esa edad todos los jugadores se encuentran en pleno crecimiento, deben calzar botas con una suela de goma bien sujeta. ¡Nada de tacos extraíbles!
A esa edad, es malo para los pies y los tendones. Con una suela bien sujeta y una buena postura, se superan todas las eventualidades del juego propiciadas por los pies. Digamos que los jugadores con buen control del cuerpo casi nunca resbalan.
He visto a muchos jugadores veteranos aconsejar a los jóvenes que resbalan repetidas veces que cambien de calzado. ¡Error! Nueve de cada diez veces el problema parte de una mala postura, que a la vez dificulta el correcto dominio del cuerpo.
Incluso a día de hoy me entreno con tacos bien sujetos. Nunca en la vida, ni siquiera cumplidos mis 14 años, he jugado mis partidos con botas de tacos extraíbles. Cuando el campo estaba húmedo y resbaladizo, como mucho utilizaba botas con tacos rebajados. Pero la verdad es que tampoco resbalaba mucho en campos en esas condiciones porque, como digo, todo tiene que ver con una buena postura.
Si el fútbol no produce placer, los chicos y chicas desertan de los terrenos de juego. Por tanto, hay que buscar siempre la alegría y premiar la inspiración, tanto durante los entrenamientos como en la competición. De este modo, un chaval de 15 o 16 años no se alejará de este deporte, cosa que sucede a menudo.
Los padres, los entrenadores y los veteranos tienen un papel que desempeñar ahí. Estamos hablando de la fase de transición entre el «juego bonito» y el «fútbol de rendimiento», que se da más o menos en la categoría cadete. El propio futbolista adquiere su personalidad como tal, más allá de ser el orgullo de papá y mamá o de responder a las exigencias del entrenador o a las ambiciones del líder del grupo.
El ciempiés del fútbol
De todos los jugadores que forman la zaga, el defensa libre es, como su nombre indica, el que goza de mayor libertad. Por eso mismo, es un tipo de jugador que tiene que ser extremadamente versátil. Debe ser posicionalmente competente, tener buena técnica con el balón en los pies, capacidad de empuje, dotes organizativas, saber jugar el uno contra uno y tener capacidad para dar buenos pases.
Como ciempiés del fútbol que es, el libre suele ser de los mejores jugadores del equipo. A menudo se trata de un centrocampista que ha retrasado su posición.
Estamos ante un verdadero defensa libre, que es el término que a mí me gusta utilizar. Lo prefiero a líbero y a último hombre, que son términos que no acaban de denotar el valor diferencial de esta posición.
Los hay de dos tipos. Tenemos al defensa de puro estilo italiano, que en mi opinión no acaba de merecer la denominación de defensa libre porque no tiene libertad total para subir el balón y buscar la jugada. El segundo tipo es el defensa libre que ocupa un papel central en el equipo debido a su versatilidad.
Por muy atrás que juegue y tenga que desempeñar labores de marcaje, el principal papel del defensa libre es cohesionar al equipo. Trabaja para que los laterales no se queden detrás de él y lleva la última línea de defensa tan adelante como le sea posible, para que el equipo forme un todo y no un conjunto de dos grandes piezas mal ensambladas. Está claro que si el equipo está volcado al ataque, el que muchos jugadores se queden atrás es letal, ya que el rival podrá aprovechar la separación entre nuestras líneas para jugar con peligro.